El año que se va es un parteaguas, muchas de las cosas dejaron de hacerse como se hacían usualmente y lo más significativo de esto es que no se volverán a hacerse de igual modo; así tambien para muchos significó pérdidas. Sin embargo como consecuencia también trajo oportunidades emergentes, pero sobre todo aprendizajes muy valiosos; entre ellas…
No podemos tener el control absoluto de lo que nos pasa, y tenemos la capacidad de adaptarnos.
Las circunstancias cambiaron las rutinas y aprendimos a disfrutar de estos cambios inesperados.
Percibimos, asimilamos y comprendimos que la distancia es relativa pero importante dadas las circunstancias.
Nos adaptamos a las nuevas condiciones usando recursos que antes no considerabamos tan relevantes.
Aprendimos a trabajar a distancia y por ende de forma virtual (sin contacto humano).
Aprendimos a valorar la presencia de nuestros familiares y amigos en nuestra vida cotidiana y los que no estaban tan presentes en lo cotidiano terminamos apreciando aún más esos breves momentos de convivencia.
Aprendimos a valorar la vida y con ella el bienestar físico, mental pero sobretodo emocional de las personas que más nos importan: familia y amigos.
Dimos el lugar que se merece al descanso, esparcimiento y relajación, nos tomamos la vida más en serio disfrutando y dándole el valor propio al tiempo, es decir; nos tomamos el tiempo necesario para hacer las cosas.
Pero quizá el aprendizaje más significativo fue que fortalecimos nuestra fe.
Por lo tanto es indispensable que a partir de todo lo anteriormente mencionado, nos volvamos más perceptivos, más humildes, más solidario; pero sobre todo más amorosos… Con nosotros mismos, pero sobre todo con nuestro prójimo porque con esto se cumple el mayor mandamiento para el ser humano.
Autor: Enric Herji
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