La importancia de educar bien a los hijos…
Recuerda que un hijo es… un regalo de Dios. «La más rica de las bendiciones».
No trates de amoldarlo a imagen tuya o de tu padre, de tu hermano o tu vecino. Cada niño es individual y tiene que permitírsele ser el mismo.
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No aplastes el espíritu de tu hijo cuando el falla.
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Nunca lo compares con otros que lo hayan sobrepasado.
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Recuerde que el enojo y la hostilidad son emociones naturales.
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Ayuda a tu hijo a encontrar una salida social aceptable para estos sentimientos normales o estos volverán hacia dentro y explotarán en forma de enfermedad física o mental.
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Disciplina a tu hijo de una manera justa y razonable.
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No dejes que TU enojo te saque de quicio. Si el sabe que tú eres justo, no perderás su respeto y amor. Porque aún el niño mas joven tiene un sentido muy agudo de justicia.
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No le des a tu hijo todo lo que su pequeño corazón pide. Permítele conocer la emoción de ganárselo y la alegría de conseguirlo. Concédele la más grande de todas las satisfacciones, el placer que viene con el logro personal.
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No te pongas como lo máximo, o la perfección. Es un rol muy difícil de jugar 24 horas al día. Tú te darás cuenta que es más fácil la comunicación con tu hijo si le dejas saber, que mamá y papá también pueden cometer errores.
- No le amenaces cuando estés enojado o le hagas promesas imposibles cuando estés generoso.
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Hazle advertencias o promesas sólo cuando tú las puedes cumplir. Para un niño, la palabra del padre significa todo. El niño que ha perdido la fe en los padres tiene dificultad de volver a creer en ninguna cosa.
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No sofoques a tu hijo con demasiadas manifestaciones superficiales de ‘Amor’. El más pobre y saludable amor se expresa por si sólo en la educación día a día, la cual produce confidencia e independencia propia.
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Enséñale a tu hijo que hay dignidad en el trabajo duro. Aunque se desempeñe con unas manos callosas paleando carbón o unos dedos hábiles manipulando instrumentos quirúrgicos. Déjale saber que una vida útil es bendecida y una vida fácil y en busca de placeres es vacía e insignificante.
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No trates de proteger a tu hijo de cualquier pequeño golpe y decepción. La adversidad forma el carácter y nos hace compasivos. Los problemas son un gran igualador. Déjalo aprender.
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